Cuento: “Qué manos feas tienes, mamá”
Un buen día, Oscar, le dijo a su madre: "Mamá, eres bella". La madre no pudo menos de sonreír dulcemente. Pero el hijo, algunos segundos después le dijo, "Pero tus manos son feas".
Pocos días después Oscar conocería la historia de esas manos. Su padre le contó que siendo niño dormía profundamente en su cuna. Por un corto circuito eléctrico se desató un fuego en la pieza y el mosquitero prendió fuego. La criada, cuando se dio cuenta, corrió despavorida a avisar la madre que se precipitó para apagar las llamas. Dominó el fuego a manotazos salvando de las llamas al niño, pero sus manos quedaron casi carbonizadas. Cuando al final le quitaron las vendas, las manos aparecieron deformadas para siempre.
El pequeño escuchaba a su padre sin pestañear, y cuando terminó el relato, Oscar, con lágrimas en los ojos, corrió hacia su madre y le dijo llorando: "No hay manos como las tuyas en el mundo, mamá".
¡Luego dijo a Tomás: “Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!” (Jn 20,27).
Guión Litúrgico: